Este es el título y la pregunta retórica que se planteaba el grupo Guerrilla Girls en el cartel colocado frente al Metropolitan Museum, como si de una campaña publicitaria se tratara, añadiendo que menos del 5% de los artistas expuestos en la secciones de arte moderno eran mujeres, mientras que el 85% de los desnudos eran femeninos.
En este aspecto se da un gran desequilibrio histórico entre la profusión de la mujer como objeto, ya que han sido ampliamente representadas en manifestaciones artísticas de todos los tiempos – desde la mirada principalmente masculina –,y una minoría, casi invisible, de la mujer como sujeto creador.
En la búsqueda de las razones que explican la relación de las mujeres y la creación Virginia Wolf llegó a una sencilla pero revolucionaria conclusión, con la cual se inicia el ensayo 'Una habitación propia' : 'que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas'. Con estas palabras la escritora se refería a las difíciles condiciones materiales que las artistas sufren en su entorno profesional precisamente por el hecho de ser mujeres. Germaine Greer siguió ese hilo en 'La Carrera de obstáculos' explicando las vicisitudes de la carrera artística de las pintoras occidentales desde las primitivas hasta 1950.
Desde su creación en 1984, las Guerrilla Girls se apropiaron del lenguaje visual de la publicidad para transmitir sus mensajes de manera rápida y accesible. En uno de sus carteles más irónicos enumeran una serie de 'ventajas' que atribuyen a la condición de ser mujer artista. Entre ellas: Trabajar sin la presión del éxito; tener la oportunidad de escoger entre tu carrera y la maternidad; ver tus ideas reflejadas en el trabajo de otros; estar segura de que cualquier tipo de arte que hagas será catalogado como femenino; ser incluida en versiones revisadas de la Historia del Arte; etc.
Durante siglos el rol de la mujer en el arte se limitó a modelo y musa, fuente de inspiración para el ojo del artista masculino. La mujer se configuró como objeto de culto y símbolo de belleza aún en sus más variados estilos estéticos. Pero la figura femenina en el arte está también asociada al comportamiento moral como representación de lo malo, del vicio, del pecado, a través de la iconografía de la femme fatale.
Como ya apuntó Linda Nochlin en su obra 'Mujeres, arte y poder' : 'Las imágenes de la mujer en el arte reflejan y contribuyen a reproducir ciertos prejuicios compartidos por la sociedad en general, y por los artistas en particular, algunos artistas más que otros, sobre el poder y la superioridad de los hombres sobre las mujeres, unos prejuicios que quedan plasmados tanto en la estructura visual como en el contenido temático de la obra (...) Se trata de prejuicios acerca de la debilidad y pasividad de la mujer; de su disponibilidad sexual; su papel como esposa y madre; su íntima relación con la naturaleza; su incapacidad para participar activamente en la vida política'.
Todas estas nociones, compartidas en mayor o menor grado, por la mayor parte de la población hasta nuestros días, constituyen una especie de subtexto (es decir, de texto oculto) que se esconde detrás de casi todas las imágenes de mujeres.
Quizá por eso la existencia de aquellos desnudos pasivos provocaron que la sufragista Mary Richardson quisiera mutilar La Venus del espejo, de Velázquez. Un 10 de marzo de 1914, entró en la National Gallery y atacó con un cuchillo de carne la famosa obra, asestando siete cuchilladas en la pintura causando daño en la zona de la espalda y los hombros de la Venus.
En una entrevista en 1952 comentó que no le gustaba “la manera en que los hombres que visitaban el museo permanecían asombrados todo el día frente al cuadro” y describió su ataque: “El primer golpe con mi hacha rompió el cristal protector. Pero, por supuesto hizo algo más que eso, hizo que el detective del museo se levantara de su silla con el periódico aún en su mano y rodeara su lujoso asiento de terciopelo rojo mirando a la cúpula de cristal que acababa de ser reparada. El ruido del cristal también llamó la atención del guarda que en sus frenéticos intentos por alcanzarme resbaló en el pulido suelo y cayó de cara, por lo que tuve un tiempo extra para asestarle cuatro cuchilladas más antes de ser atacada”.
En 1971 la historiadora del arte norteamericana Linda Nochlin se preguntaba en un artículo publicado en el periódico 'Art News': “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”. En este artículo demostraba que las mujeres habían sido sistemáticamente excluidas y olvidadas por el discurso oficial: sus obras no estaban en los museos, ni en los manuales de Historia del Arte, o si lo hacían era de una forma marginal.
El manual más vendido de Historia del Arte, de Ernst Gombrich, con el que se han formado tantos historiadores y artistas, en su primera edición de 1950 no incluía ni a una sola mujer artista a lo largo del amplio arco cronológico en que trabaja.
La performance de la artista María Gimeno 'Queridas Viejas' , corrige esa ausencia de mujeres en su propio manual de Gombrich, devolviéndoles el espacio que merecen. La artista se basa en la premisa de que lo que no se escribe –o no se pronuncia– no existe. Para su acción toma un gran cuchillo de cocina, tal vez parecido al de la sufragista que rajó 'la Venus de Velázquez', y secciona el manual al uso, no para destruirlo sino para ampliarlo con una serie de entradas creadas por ella.
Las intervenciones feministas demandan un reconocimiento de las relaciones de poder-género, haciendo visibles los mecanismos del poder masculino, la construcción social de la diferencia sexual y el rol de las representaciones culturales.
Tal y como expresaban Roszika Parker y Griselda Pollock en 'Old Mistresses. Women, Art, and Ideology', 'la relectura feminista de la historia del arte implica reconocer las jerarquías de poder que rigen las relaciones entre los sexos, hacer visibles los mecanismos sobre los que se asienta la hegemonía masculina, desentrañar el proceso de construcción social de la diferencia sexual y examinar el papel que cumple la representación en esta articulación de la diferencia. No se trata solo de añadir nombres de mujeres a los libros u obras femeninas a los museos, sino de un cambio profundo en nuestra cultura. Deconstruir los antiguos valores y fundar unos nuevos equitativos e igualitaros. Para ello, debemos comenzar reconociendo que, a día de hoy, la desigualdad por motivos de género sigue existiendo en el mundo del arte'.
Entonces, ¿tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el museo, o en cualquier otro ámbito social o profesional?, o mejor dicho, ¿tienen que desnudarse para ello? Quizá el colectivo Femen pensó que era la única forma de hacernos ver algo, de llamar nuestra atención; cuando ha sido una constante en el arte, en los medios visuales y no digamos ya en la publicidad, el uso de la mujer desnuda como reclamo. Este colectivo, cuyo lema es “mi cuerpo mi arma”, utiliza el lenguaje del desnudo como fórmula, no sólo para llamar la atención, sino también para reescribir en el cuerpo de la mujer otras lecturas, deconstruyendo el antiguo rol de la mujer desnuda; como en alguna de sus intervenciones puede verse el mensaje: “Si quieres verme las tetas vas a tener que leer mi eslogan”.
Como apuntaba Barbara Kruger en su obra 'Your body is a battleground', nuestro cuerpo es un campo de batalla, empleando los medios en los que se basa la publicidad para lanzar mensajes atacando los estereotipos en los que la historia y la sociedad de consumo han convertido el cuerpo femenino.
Un lenguaje que han retomado artistas como la cordobesa Verónica Ruth Frías, que en el marco del proyecto 'Mujeres_Arte_Futuro', comisariado por Lola Molina para la fundación de artes plásticas Rafael Botí, ha llevado a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO 2018 su performance 'I AM A WOMAN', donde afirma que el arte 'tiene que ser una herramienta social con la que poder denunciar, transgredir y cambiar el mundo'.
Para ello nos sumamos a la iniciativa #5WomenArtists, a través de la cual varios museos y entidades artísticas retan al público a nombrar a cinco mujeres artistas con motivo del Día Internacional de la Mujer. La novedosa campaña la empezó el National Museum of Women in the Arts y ya se han sumado más de 200 instituciones de 22 países alrededor del mundo.
Y tú, ¿podrías nombrar a cinco mujeres artistas?
CRÉDITOS. GUERRILLA GIRLS/ NMWA / V. RUTH FRÍAS / BARBARA KRUGER / FEMEN / MARIA GIMENO / TIMELESS.