“El erotismo es sed de otredad”. Octavio Paz.
Y la gastronomía no es sino el conocimiento que nos acerca a nuestra hambre y sed física, a su trascendencia sobre el mero impulso de saciar esas necesidades alimenticias, un constructo que humaniza un instinto, sin abandonar lo que de animal conlleva. El sexo en sí es mero impulso, el erotismo cultura, arte y conocimiento.
Comer y beber, exigencias fisiológicas, la gastronomía, camino de placer.
Hacer de la necesidad mucho más, pero no porque reneguemos de nuestra animalidad, sino porque queremos utilizar nuestra humanidad para gozar de ella, para disfrutar al máximo de su búsqueda, de su obtención y de su consumación.
La forma de acercarnos al sexo o al alimento pueden parecerse muy mucho. Los hay para los que el hecho de comer carece de interés alguno. Se limitan por tanto a la ingesta de productos alimenticios simplemente para evitar la muerte por inanición.
De la misma forma se encuentran, ellas, ellos y viceversas, los que realizan actividades sexuales atendiendo exclusivamentea calmar la pulsión del instinto, o en otros casos persiguiendo la reproducción de la especie.
Hablamos aquí de sexo y alimento, no de erotismo y gastronomía.
Todos los mamíferos practican sexo y comen, pero sólo el ser humano eleva esas dos actividades a niveles de arte, cultura y recreación, sólo los humanos, no todos, sino aquellos que buscamos la excelencia en los sentidos, gozamos de lo erótico y lo gastronómico.
El ser humano tiene la necesidad de sentir bienestar, y no se satisface con sólo ejercer su parte animal, sino que necesita desarrollar comportamientos que le hagan sentir plenitud.
En otras palabras, el hombre ha desplegado una serie de comportamientos en su evolución, con los que intenta hacer placentera toda relación con su congéneres. Cuando come necesita sentir placer, así nace la gastronomía y cuando busca la relación sexual tiene la necesidad de que no sea un mero acople, sino que busca que todos sus sentidos intervengan, así nace el erotismo. De la unión entre ambos comportamiento aparecen varias expresiones como “te quiero comer a besos” o “te quiero tanto que te comería”, lo que implica la unión entre los dos actos de conservación: alimentarse y copular.
Ambos se funden en uno sólo: comer con el amado o amada es como establecer una unión sexual plena.
En “Apuntes de Gastrología” sabemos cual es la piedra filosofal del goce y del placer carnal y gastronómico, el secreto alquímico que transmuta los básicos instintos en Ars Amandi, Decameron o Kamasutra y también en enciclopedia de sabores, catalogo de texturas o vademécum de aromas.
Ese mágico elemento no es otro que nuestra mente, el órgano sexual que se convierte en avezado auriga que conduce los caballos desbocados y sin rumbo de la cuadriga de la libido y que es la mas maravillosa especia, la cocción más perfecta, el asado más al punto para lograr que cualquier vianda nos resulte un extasiante cuenco rebosante de ambrosía.
Querido lector, desde estas líneas, no nos mueve sino el altruista afán de colaborar en nuestra humilde medida en construir otro “Camino de Perfección” distinto al descrito por la de la santa de Ávila, teniendo siempre presente lo que ya hace casi dos mil años, afirmó el estoico Epicteto, “Lo importante no es lo que se come, sino cómo se come”.
Y con esto no despreciamos a la materia prima, todo lo contrario, sino que procuramos recordar la importancia radical de cuidar el entorno y el dintorno, tanto a la hora de alimentarnos como al de abrazar a Eros.
Seamos plenamente humanos y para ello disfrutemos, estudiemos e investiguemos para conseguir esta meta. Así el goce material alcanzará el estadio de una permanente epifanía sensorial.
Parafraseando a Thomas de Quincey elevemos los orgasmos y las comidas a la categoría de una de las bellas artes. Pero eso no es fácil, exige decisión y voluntad.
Ya lo dijo Jonathan Swift, tras maravillarnos con las aventuras de Gulliver, “El primer hombre que se atrevió a comer una ostra fue valiente”.
Y eso es cierto, en la gastronomía y en el erotismo.
Comments