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Foto del escritorTIMELESS.

APUNTES DE “GASTROLOGÍA” | POR LA LIBERTAD “GASTROLOGICA”.




Me siento a escribir estas líneas a la espera de que comience la Gala de la Guía Michelín 2021. Creo que es un acontecimiento ineludible para todos los que podemos considerarnos “gastrólogos” y en esta edición, además, espero que alguna de esas deseadas estrellas pase a brillar en un restaurante muy cercano y del que desde el primer día sabía que llegaría a ostentarla.




Todos nos sentimos orgullosos de que en nuestro país, en nuestra región o en nuestra ciudad existan restaurantes que en sus fachadas exhiban los galardones repartidos por la todo poderosa guía de los neumáticos franceses. Todos, en resumen, hemos sucumbido al embaucador embrujo del exitoso marketing de los creadores del muñeco rollizo, pero a la hora de acudir a un establecimiento de restauración, debemos sacudirnos del hipnótico brillo de las estrellas y centrarnos en lo fundamental, en la esencia de nuestra motivación: queremos comer bien y agradablemente lo que deseemos, lo que queramos. Aquí si debería existir nuestro derecho a decidir, básicamente porque no nos darán de comer de balde, al contrario, pagaremos y mucho por lo que nos sirvan.





Como en tantas otras cosas, miembros de la tribu del postureo, de lo políticamente correcto, del postprogresismo calvinista, atemorizados por ser vestidos con el sambenito de los condenados por la actual inquisición, en un auto sin fe, hemos aceptado borreguilmente que nosotros, consumidores, dueños y soberanos de nuestras hambres y gulas, ya no podemos decidir qué, cuanto y como queremos comer en la mayoría de los “restaurants” del Olimpo culinario.





Y no podemos hacer nada de eso porque unos señores, que se consideran artistas y se autodenominan “Chefs”, han considerado desde su púlpito, qué son ellos los que deciden qué largos, tediosos y menjunjeros menús hemos deglutir si hemos conseguido la gracia de una mesa en su local ( podríamos hablar de listas de esperas hinchadas para “darse el pisto”).



Ellos justifican la dictadura del “menú degustación” apelando a la necesidad de vivir una experiencia total y que podamos así alcanzar el profundo significado de sus creaciones, de comprender la “metacocina”, de experimentar una epifanía, un antes y después en nuestras, hasta entonces, grises vidas alimenticias.





Eso dicen los “chefs”, pero no hablan de lo fácil que les resulta trabajar conociendo de antemano que va a comer cada uno de sus clientes, de como optimizan así sus compras. Ocultan la cómoda facilidad que para la cocina y la sala supone obligar a que todos los comensales de una mesa coman lo mismo. Quieren hacernos olvidar los tiempos en que los grandes cocineros ofrecían su carta a quienes deseaban comer y en los que, hasta el momento de la comanda desconocían por dónde íbamos a salir, si eramos más de carne que de pescado, de muslo o de pechuga, de ostras o de caracoles. ¡Dichosos tiempos de libertad!, ubi sunt?.




La terrible pandemia sufrida va obligar a cambiar nuestros hábitos y costumbres en nuestras visitas a los restaurantes, no queda otra. Pero las crisis son momentos de oportunidad y de cambio, por lo que aprovechemos para reivindicar, para exigir, que cuando queramos comer en restaurantes, tabernas, tascas, figones, ventas o mesones, podamos hacerlo usando nuestra libertad y no olvidemos ni nosotros ni quienes avían las viandas lo que Cervantes decía: “la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”.

Desde este tabernáculo “gastrologico”, en la mas absoluta clandestinidad, lucharemos bajo el lema grabado en el frontispicio de nuestra cripta con salida de humos: “ PRIMUM MANDUCARE DEINDE PHILOSOPHARI”




 

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