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ESE JERSEY QUE NO ME PONGO | EL PASO DEL TIEMPO Y EL CINE. (PARTE 2).

Actualizado: 6 oct



De nuevo, una semana más, estamos con vosotros, nuestros estimados lectores. Tras esta extraña pausa de artículos puntuales de varias semanas, debida, entre otras a las fiestas de Semana Santa y del 1º de mayo, que se agradecen muy de veras aunque desequilibran la marcha normal del día a día, volvemos a la carga en nuestra publicación para continuar interesándoos en los temas varios que tratamos en nuestra entradas diarias y publicaciones puntuales.


En este apartado nuestro, en el que nos unimos al penar por el cierre del Cine Palafox hace unas cuantas semana, os comenté, y paso aquí a la 1ª persona nuevamente, puesto que de mi sentir personal se trata, que tendríamos un artículo adicional en el que os trasmitiría mi impresión personal de la situación del cine y de ahí enlazar con otro tema que me viene preocupando desde hace unos años, que es, como os avancé, la situación en la que se encuentra la Gran Vía a día de hoy. Aunque os haré esperar un poco a este respecto, porque antes quiero rematar lo que empecé. ​


Pues bien, allá voy de nuevo. Me quedaba en el artículo anterior, en mis cavilaciones, preocupación, tristeza y visión romántica del cine y su esplendor extinto. Querría en las próximas líneas, llevaros con la imaginación, a ese fulgor perdido, a que soñéis con el cine, con esos recinto llamados antaño cinematógrafos, abarrotados de almas, cada una un mundo, cada una formando parte de una galaxia; compartiendo un espacio, un tiempo y unas sensaciones muy parecidas a las tuyas, puesto que has coincido con ellas viendo esa película que tanto te aportó, que tan hondo llegó y te hizo reflexionar, emocionarte, estremecerte. Ese lugar donde sentimientos, emociones, tiempo y espacio han sido uno sólo, generando en ti esa sensación de unidad, de formar parte de algo más grande que tu. Esos momentos en los que no te sientes sólo, que no sólo tu sientes lo que sientes y te emocionas con lo que te emociona, que cientos de almas estás sintiendo en ese preciso instante y en ese lugar común lo mismo que tu. Ese lugar llamado cine. Esas cuatro paredes, simples y funcionales en los complejos cinematográficos de última generación, con sus modernos sistemas de exhibición, THX quizás, mi favorito en particular, donde la visión y el sonido son cristalinos o esos ostentosos palacios de los que os hablaba en la primera parte de este artículo, que también son mis favoritos. ¡Menuda contradicción! Pero así es.

Querría que mientras leéis estas líneas, echéis mano de vuestros recuerdos cinematográficos y que os ubicarais en aquel preciso día, en la sesión de cuatro del cine Avenida, de aquel lejano año 1993 viendo la conmovedora La Lista de Schindler, o quizás un año antes en sesión de siete de Parque Jurásico en ese mismo cine, o por qué no, la primera película de animación nominada a mejor película en los premios Óscar del año 1991, La Bella y la Bestia en el Palacio de la Música, o Titanic en la sesión de nueve y cuarenta y cinco en el Cine Callao en el año 97 ó 98. Como veis no os lo estoy poniendo difícil, son películas no demasiado antiguas, para que podáis recordar mejor aquel momento y si coincidió que las visteis en estas salas. ¿Alguien se acuerda? ¿Sois capaces de recordar la fecha aproximada? ¿Llovía o hacía sol? ¿Fuisteis con alguien? ¿Os gustaron las películas?... ¿Seríais capaces de recordar el momento en el que sacasteis las entradas? ¿Había mucha cola? ¿Si cerrarais los ojos seríais capaces de recordar la zona del cine en que os sentasteis? ¿Pares? ¿Impares? ¿Butaca de Patio? ¿Delantera de Club quizás? ¿Últimas filas de Principal? ¿Centradas? ¿Laterales? ¿Seríais capaces ahora de recordar algo de la sala? ¿Del vestíbulo? ¿Iluminación? ¿Confort? ¿Decoración? ¿Acomodadores y propina?... Quizás os estoy pidiendo mucho, pero al menos debía intentarlo. He recurrido a estos ejemplos y no he querido remontarme a los años 70 u 80, porque estas salas que os comento me vienen muy bien para trasmitiros mi sentir sobre este tema.


Hace unos años, en La Casa del Libro, me topé con un libro que os recomiendo, si os interesa el cine más allá de las películas, que habla de la exhibición cinematográfica en Madrid desde sus comienzos hasta su gran expansión, éste tiene por título Madrid. Patio de butacas de Nieves González Torreblanca de Ediciones La Librería. Este título, me hizo profundizar en algo que siempre me atrajo de manera especial, esos edificios lujosos y llenos de escaleras y puertas sorpresa, que se abrían a una sala de altísimos techos, o por el contrario a perspectivas vertiginosas del patio de butacas desde alturas inimaginables desde la calle en muchos casos. O a las codiciadas butacas de Club, que ni tan altas ni bajas, simplemente perfectas ¿Qué tendrán esas puertas con cortinajes de terciopelo que siempre me han atraído tanto? ¿La magia que iba a presenciar quizás? No lo sé. Sea como fuere, siempre me ha cautivado sortearlas y dejarme llevar por una especie de cosquilleo que me emociona sin saber muy bien el por qué. Es probable que nunca lo sepa, el caso es que cada vez que entro en una sala de teatro, cine o auditorio, siento ese hormigueo que tanto me gusta y que espero conservar durante toda mi vida.


Os he mencionado precisamente esos cines con nombre y “apellidos”, porque también querría en estas líneas que fueseis conscientes de lo que esta sucediendo y además porque son la muestra de lo que no se debe hacer, lo que resulta vergonzoso quedando a la deriva, con engaño municipal incluido, en un limbo y lo que se puede llegar a hacer sin perder cultura y el mejor uso del edificio, el uso para el que fue diseñado y construido. En el primero de ellos, encontramos lo que no debería haber sucedido nunca, me refiero al Cine Avenida. Esta sala, tras varias reformas que modificaron su interior por completo, por una parte para adaptar la boca del escenario a una más grande y poder alojar una pantalla para proyecciones en Cinemascope y que derivó en la pérdida del interior original y por lo tanto quedó desprotegida arquitectónicamente pero que más tarde permitió acometer una obra, no muy agraciada estéticamente, y que prometía conservar el edificio para el uso que en realidad le corresponde. Quedando la nueva distribución en dos salas, la primera de ellas polivalente, donde se podían visualizar películas o asistir a representaciones teatrales y el entresuelo en sala de proyección y conservando la mítica sala Pasapoga. Una sala con historia y que ya es otro cadáver más de nuestra Gran Vía y de nuestro ocio. Fue una reforma francamente prometedora, que conservó los vestíbulos y tiros de escalera, ya que estos si contaban con máxima protección y no podían ser modificados. Cada vez que paso por la puerta, la esperanza e ilusión me hace pensar que algún día pueda ser recuperado para la cultura si la firma de ropa que la ocupa a día de hoy decidiera irse de allí… La estructura está prácticamente intacta y los suntuoso vestíbulos se conservan incluidas las lámparas, apliques, espejos,… Os recomiendo que entréis porque veréis estos elementos en perfecto estado de conservación y ascender por los tiros de la suntuosa escalera de mármol de Carrara, ver esas columnas del mismo mármol de los vestíbulos o distribuidores y del sótano de la tienda, donde las encontramos en la rotonda de la pista de baile. He de deciros que de vez en cuando, entro, no a comprar, ni se me pasa por la cabeza, porque siempre recordaré este cine como aquel cine que olía tan bien. Aquel famoso Ozonopino de la época, que salía junto con el frescor del aire acondicionado cuando pasabas por su puerta y que acentuaba ese cosquilleo mío de enfrentar las puertas de entrada al vestíbulo y abrir de par en par la puerta de entrada al patio de butacas para retirar las cortinas de terciopelo y dejarme sorprender… Es cierto que en la transformación en tienda, se recuperó la fachada y se retiró la marquesina, añadida años después y que tantos dolores de cabeza trajeron en todo Madrid por falta de inversión de los propietarios en la conservación de sus edificios, tras aquel aciago día en el que la marquesina del Cine Bilbao se desplomó sobre los espectadores que estaban sacando las entradas para ver Sister Act.




En el siguiente caso, hablo del Palacio de la Música, la gran vergüenza de la Gran Vía, tanto el Cine Avenida como el Palacio de la Música, podrían haberse salvado, este segundo prometía mucho puesto que fue Bankia el banco que se hizo cargo de él para transformarla en sala de conciertos, quién iba a imaginar que la entidad estuviera infectada de tan grave enfermedad y la primera parecía prometer que se la quedaría el Ayuntamiento de la ciudad. Recuerdo que para el centenario de la Gran Vía, cierto alcalde dijo, cito de memoria: “… para conservar el carácter eminentemente cinematográfico de la Gran Vía…”, el Ayuntamiento se comprometía a hacerse cargo del Palacio de la Música o del Cine Avenida. Cuando se le preguntó a este alcalde por el asunto tiempo después, éste dijo que ya había adquirido Bankia el Palacio de la Música… ¡Ahí lo dejo! Pasado el tiempo, cierta alcaldesa de la ciudad antes de dejar su puesto, hizo repaso de todo tipo de inmuebles y se entretuvo en rebajar el grado de protección de unos cuantos, quedando estos edificios expuesto a todo tipo de tropelías y en algunos casos en manos extranjeras dispuestas a demoler el símbolo de la Plaza de España, proyecto del todo viable sin necesidad de echar abajo la fachada. O el complejo Canalejas, que hasta que no lo abran no sabremos el daño realizado en concreto a ciertos vestíbulos que temo perdidos para siempre y cómo no, el Palacio de la Música, que ha quedado en el limbo, a merced de cualquier futuro propietario que desee darle un uso distinto al cultural. Ya hicieron amago ciertas firmas de moda para invadir con su cáncer globalizador esta sala histórica y eminentemente atractiva para la calle que ya no es… ​Y por último, tenemos el caso del Cine Callao, una sala que recuperó para la exhibición cinematográfica el sótano que ya era sala de fiestas y discoteca en sus últimos años y que ha sabido rehabilitar y acondicionar la sala principal no sólo para la proyección de películas sino también para la celebración de eventos varios como monólogos, estrenos, cuántos se hacían en la Gran Vía, eventos privados e incluso reestrenos de clásicos gracias Phenomena-Experience que organiza pases especiales de vez en cuando.


A parte del libro que os recomiendo os sugiero otros dos títulos, estos son por un lado Cines de Madrid y por el otro Cines de Barrio, ambos de David Miguel Sánchez Fernández de Ediciones la Librería. Estos últimos profundizan en las salas en si y con sus fotografías, planos y textos constituyen una enciclopedia de las salas cinematográficas de la ciudad.


El simple hecho de hojear estos tres libros, nos permite hacernos una idea del increíble patrimonio que poseía Madrid en salas cinematográficas hasta no hace demasiados años. Edificios enteros concebidos como salas polivalentes, donde el sótano era empleado como sala de fiestas, el cuerpo principal del mismo la sala principal y la cubierta era empleada como cine de verano. Yo me pregunto, o mejor dicho, os pregunto a vosotros lectores. ¿Qué diríais que fuera posible recuperar la terraza de verano del Cine Callao. ¡Un cine de verano en pleno corazón de la ciudad! Pues bien, no es que fueran pocos los que hubo en su tiempo. Es curioso, ahora que la ciudad está descubriendo que las azoteas visitables de los edificios pueden ser un filón para montar espléndidas terrazas veraniegas, se han perdido la inmensa mayoría de edificios que reunían las condiciones ideales para poder ser exprimidas y sacarles todo su potencial. Edificios, algunos transformados en otros negocios que nada tienen que ver con el entretenimiento y otros perdidos para siempre que ya no tendrán esas puertas con cortinas de terciopelo.

Como os comenté semanas atrás, cuántos fallecidos cinematógrafos ha dejado el avance de la sociedad, los cambios en el consumo de los habitantes han sido tantos en tan pocos años, que si te descuidas tan siquiera un instante, la vida te arrolla y lo mismo te quedas atrasado en cuestiones informáticas, que en telefonía móvil. Yo, desde que me sentí desheredado del 7º arte, no reconozco las caras más populares de panorama fílmico actual, me sorprenden los modelos de exhibición, no hay película que permanezca más allá de dos o tres semanas en cartel, no da tiempo a consumir esos productos de entretenimiento, todo consiste en recuperar el coste de producción de la película, a poder ser durante el primer fin de semana de exhibición y luego… Luego nada, el producto queda obsoleto en dos o tres semanas. ¡Un proyecto de tantos meses o años, consumido en tan solo tres semanas! Ni los fuegos artificiales se consumen tan deprisa. Será cosa del hecho de cumplir años y veo que todo transcurre rápidamente, aunque reconozco que me esfuerzo y procuro vivir mi día a día siendo consciente de que un día son veinticuatro horas, siempre lo han sido y siempre lo serán. Es el entorno, el que movido por la vorágine consumista, entiendo que promovida por el sistema en el que vivimos, es el que hace que todo pase velozmente.




Lo curioso del hecho, es que ver que la gente sigue necesitada de entretenimiento, nos bombardean con opciones de ocio, nos venden paquetes de internet prometiéndonos infinitas horas de visionado de películas y series, curiosamente cuando lo más importante, lo que de verdad necesitamos, es tiempo para poder disfrutar de la vida en si. De disponer de ese tiempo libre para poder sentarnos en el sofá y ver la última serie de moda o poder acudir a un palacio cinematográfico a paladear el gran estreno del año, o acudir a ver a nuestro actores y actrices favoritos al teatro o cualquier otro espectáculo creado con pasión, con esfuerzo y tesón. Es cierto, que los buenos espectáculos llenan estos otrora gloriosos edificios. Sí, se llenan, se llenan de gente estresada que no es capaz de dejar de consultar la pantalla del teléfono, mientras boquiabierto estás disfrutando del aria Casta Diva de Norma interpretada por la estupenda soprano Angela Meade en el marco incomparable del Teatro Real el 28 de octubre del pasado año. Y sí, te quedas boquiabierto, por ver que la luz de una pantalla se cuela en tu campo visual. O de gente disfrutando del costoso placer de visionar una vez más E.T. el extraterrestre dirigiendo en directo a la Barbieri Symphony Orchestra el jovencísimo director Bruno Axel, en esa magnífica sala que es el Teatro de la Zarzuela, el 30 de diciembre. Es cierto que estos espectáculos llenan, pero hay muchos proyectos buenos que teniendo salas de cine cerradas, de reducidas dimensiones, como el estupendo Cine Rex en la Gran Vía, que me temo que acabará siendo, permitidme el exabrupto, otra asquerosa tienda de ropa (la ropa es una de mis pasiones, pero tenemos tiendas de ropa en demasía), tienen que exhibir sus proyectos en viviendas, o en sótanos, que dudo mucho que reúnan las condiciones sobre seguridad contraincendios o de evacuación en caso de emergencia. Habiendo como hubo tantas salas pequeñas que serían idóneas para estos menesteres parece que es mejor y más rentable desahuciar una ciudad de espacios perfectos en los que gente con pasión pueda mostrarnos todo lo que tiene que ofrecer, que es mucho.

En España hay gente muy buena en todas las disciplinas y cada día estoy más cansado al ver como la gente con ilusión, con ganas, termina por desesperarse e irse del país. Tengo la sensación de que nuestro país no nos quiere, es más, aunque me lo critiquéis, creo que a quienes damos el trabajo de gobernar, simplemente nos desprecian…



Una cosa más antes de me llaméis pesado, tenemos que ser conscientes, que en realidad sí tenemos tiempo, que la rapidez o lentitud con la que disfrutemos nuestro ocio y lo consumamos, sólo está en nuestra manos. Así que, por favor, cuando vayáis a ver un espectáculo, el que sea, apagad vuestros teléfonos móviles y disfrutad, porque ese momento es único y no se volverá a repetir. Y consumid con moderación, no es necesario verlo todo ni querer abarcarlo todo; elegid con cariño el evento que os apetezca de verdad y no penséis más que en esa decisión tomada, que en ese espectáculo elegido, como cuando erais niños y os emocionabais días antes de que vuestros padres os llevaran al cine a ver esa película que tantas ganas teníais de ver… ¡Disfrutad sin prisa! Ahora sí, ya me podéis llamar pesado. Por el momento, hasta aquí llego, aunque es probable que este tema lo vuelva a sacar ya que estoy siguiendo por Facebook a un grupo para salvar el Palacio de la Música “El Palacio de la Música. Madrid” y también un grupo para salvar el patrimonio histórico americano en relación con sus cinematógrafos “Theatre Historical Society of America”. Algo mencionaré en el próximo artículo, sguro, en el que compartiré con vosotros mi pasión por la Gran Vía y los temores que tengo sobre el futuro de la misma. La Gran Vía o el Broadway europeo.



Madrid – (En uno de mis rincones de pensar)



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