Buenas de nuevo amigos lectores. Tal como os comenté hace unos días, vamos a continuar hablado algo más de la llamada “Fast Fashion”. Surgían una serie de cuestiones sobre este tema en el post de la pasada semana y alguna más que quedará flotando en el aire en el día de hoy, es un tema de plena actualidad y habrá que volver a él con cierta frecuencia en futuras entradas.
Si navegáis por internet y ahondáis en este tema, básicamente se quedará en vuestro memoria que este nuevo concepto de moda, o no tanto, si recordáis el post de la pasada semana, y que ahora parece escucharse más, consiste en ofrecer la posibilidad de tener ropa de la considerada “de moda” o de “tendencia” en breves periodos de tiempo, quedando reducidos desde el diseño hasta la colocación en tienda a periodos de tan solo dos semanas en el caso de algunos fabricantes. Estas prendas “fast fashion”, se producen normalmente en cantidades pequeñas, esperando por una parte ver la acogida del público aunque ya se han creado observando las tendencias de la calle, lo que ya de por sí la gente quiere tener, y a las grandes firmas; para asegurarse que en caso de no funcionar, el coste para la marca no sea excesivo y en caso contrario llegar al “stock cero”. Dichas prendas conviven en tienda con las conocidas como prendas básicas que serían aquellas que permanecen durante toda la temporada y juntas formarían la mercadería que llenaría las tiendas que estas “retailers” tienen repartidas por todo el mundo.
De todo esto se puede llegar a la conclusión que las prendas rápidas han de ser producidas a menor distancia de los focos de consumo, para poder cumplir con esa pronta puesta en tienda, con el consiguiente aumento de coste (mayor coste en mano de obra) y en menor cantidad para amortiguar en la medida de lo posible una gran pérdida de ingresos para la compañía en el caso que éstas no funcionaran, mientras que las producciones masivas se fabrican en países más alejados como serían China o la India, cuyo coste para la compañía es mucho menor, ya no sólo por la producción en sí, masiva, sino también por el menor coste de la mano de obra.
¿Qué conclusiones podríamos sacar de todo esto? La verdad es que si nos lo proponemos tendríamos escritos y conversaciones para rato, que podríamos enlazar con otros temas que nada tendrían que ver con la moda. Así que plateémonos las conclusiones más cercanas a la atemporalidad y calidad.
Por una parte, nos encontramos que por lógica, vender tendencia actual a precios asequibles y tenerla disponible en un corto plazo de tiempo nos lleva directamente a los costes. ¿Qué costes? Como se comenta al principio, algo que podéis encontrar a poco que busquéis en internet, estas prendas se fabrican en lugares más cercanos, como pueden ser España, Portugal, Turquía, etc…, para poder servir el producto en un corto plazo a las tiendas. Si en estos países pagaran unos sueldos adecuados al nivel del mismo, directamente podríamos asegurar que el precio final de estas prendas serían lo suficientemente altos como para no ser viables tal cual se les ofrecen al consumidor final; (hoy no tocaremos el tema del salario mínimo interprofesional porque probablemente se nos ponga mal cuerpo y no viene al caso) entonces, dejando los costes por mano de obra al margen, dado que el precio de las prendas es asumible para la mayoría de la población y su producción no es muy grande para evitar riesgos y poder jugar con la psicología del consumidor, como veremos más adelante. La respuesta está clara, la calidad del producto no debe ser demasiado buena, probablemente será lo suficientemente buena para soportar unas cuantas puestas y tengas que deshacerte de ella en pocas semanas de uso.
A parte de este serio problema para la economía individual que tiene, también supone un problema en el consumo irracional de cantidades ingentes de ropa, que se desechan cada poco tiempo y que hay que procesar ya sea para donar o bien para reciclar y podemos ir más allá, esto genera por otra parte un desmedido consumo de recursos naturales, como puede ser el consumo de agua necesaria para las plantaciones de las que se obtienen las fibras naturales, así como la utilización de abonos y fungicidas para controlar plagas, el consumo de tintes o fabricación de tejidos sintéticos cuya base es el petróleo y la contaminación que se genera a lo largo de todo el proceso.
Pero no queda ahí la cosa, si ahondamos aún más y como se decía al principio de este post, este sistema de moda continuada, donde las estaciones quedan por completo diluidas, puede generar ciertos comportamientos o sensaciones en el consumidor de ansiedad. La escasez de las prendas “fast” y su sucesión de dos en dos semanas hace que se activen en el consumidor las prisas para obtenerlas y no quedarse sin ellas y ganas de tener prendas que casi podríamos llamar únicas, haciendo de su armario no sólo un caos sino también estragos en el bolsillo.
Por todo esto, no pensáis que quizá la racionalidad deba imponerse a la compra compulsiva que genera esta moda rápida, no sería mejor pensarse muy bien lo que necesitas y te gusta realmente, es cierto que podéis disfrutar de la moda y tener el armario lleno de ropa, pero de ropa de calidad, e incluso atreveros a comprar “moda” o “tendencia” y utilizarla más allá del tiempo que estiman los creadores de la misma. Lo que está claro es que si una persona se plantea la compra de un producto bueno, tiene que realizar un desembolso mayor, pero si sabe amar la manufactura, el buen hacer, los tejidos nobles, las prendas fabricadas sin el “látigo” de las prisas, el placer de llevar puesto algo que tiene calidad, un patronaje impecable y que probablemente le quede simplemente bien a la primera o solo haya que realizar alguna que otra pequeña compostura; si además esta persona quiere disfrutar del trabajo detectivesco de rastrear las webs de moda de firma y aprovechar las oportunidades que ofrecen incluso hacer incursiones en las mismas tiendas físicas, en sus periodos de promociones especiales, lo que puede resultar toda una experiencia, invito a que lo pruebe al menos una vez.
Sí, quizás sólo tengas un abrigo este año, pero lo disfrutarás no sólo este año, sino también en años venideros, dejándolo incluso en barbecho y recuperarlo más adelante porque casi seguro se encontrará en un estado impecable. Fíjate unos objetivos, qué te gusta, qué te gustaría llevar que nunca te atreviste y tus necesidades; si haces cuentas de todo lo que puedes consumir en moda rápida a lo largo del año, te puedes llevar una sorpresa y ver que puedes tener menos prendas, pero seleccionadas con pasión y que cuando haces uso de ellas, con sólo tocarlas ya notas que lo que te vas a poner es especial aparte de lo especial que tu lo vas a hacer y ver que el gasto realizado durante el año en unas pocas buenas prendas y complementos no difiere en exceso que si cada dos semanas adquieres prendas “fast fashion”.
Sería en este punto en el que aparecería otro concepto con el que os topareis en la web con toda probabilidad, que sería el “Slow Fashion”, pero creo que por ahora ya tenemos bastante en que pensar y éste último será motivo de un post futuro.
Madrid – (En uno de mis rincones de pensar)
AGRADECIMIENTOS.
A Teresa Fernández por lo que ella sabe.
Madrid – (En uno de mis rincones de pensar)
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